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Técnica: Óleo sobre tela.
En esta pintura de tono simbólico y composición surrealista, una figura humana emerge desde el interior del planeta, como metáfora del renacer y la unión entre la humanidad y la naturaleza. Los elementos que acompañan —el reloj, los campos, la luz que irrumpe— construyen un relato visual sobre el tiempo, la transformación y la esperanza. La artista conjuga lo real y lo onírico mediante un lenguaje plástico de gran solidez, donde el color terroso y el claroscuro remiten al ciclo vital y a la constante regeneración del mundo.
